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martes, 6 de noviembre de 2012

El ritual, los amigos


Son las siete de la mañana y he despertado en otro lugar que no es mi departamento. Esto ha sido genial, pero apenas me dará tiempo de desayunar algo, preparar mi bicicleta y verme con mi amigo César, quien pasará por mi.

Así ha iniciado el fin de semana, el día en que quedamos en acompañar a un amigo del grupo a esparcir las cenizas de su abuela a un panteón que está en Milpa Alta.

Desde que recuerdo haberme unido a algún grupo de ciclismo, siempre he distinguido una suerte de ritual que se hace tal vez de manera inconsciente antes de salir.

Preparar el equipo, llamar a los amigos, llegar al punto de reunión y esperar otra hora entre que llega el último o se arreglan los desperfectos de una u otra bicicleta.



Desde los primeros años que comencé a andar en bici ha sido igual. No importaba si uno se apuraba más o no. El ritual se repetía cada día, sólo con pequeños cambios en el orden. A veces uno era el que llegaba tarde y se daba cuenta que estaba ponchado segundos antes de comenzar. Pero al final, el ritual ya había comenzado.

Casi 16 años después, con un grupo de amigos distinto, en una ciudad distinta e incluso practicando otro tipo de ciclismo, me doy cuenta que el ritual cambia poco. Digamos, una vez más que sólo en el orden.

El fin de semana pasado había un plan original: Vernos a las 8 am en Xochimilco, salir a las 8:30 hacia Milpa Alta, hasta el panteón. Esparcir las cenizas de la abuela de un amigo del grupo y regresar. Sólo serían 70 km por carretera a un paso suave para acompañar a nuestro amigo en un momento especial que compartiría con nosotros, pero...

Cuando uno amanece en un lugar distinto a su casa, sea la razón que sea, es una señal muy concreta de que los planes podrán cambiar en adelante.

Llegué a mi departamento "muy temprano", a vestirme y prepararme un desayuno express: recalentado de pasta. En eso estaba cuando me enviaron un mensaje. La salida sería hasta 9:30. Bien, eso me daba un poco más de tiempo para preparar los últimos detalles de mi equipo.

Uno más del grupo pasó por mi y llegamos juntos al punto de reunión, donde, por supuesto, como dictan las costumbres del ritual, había una bici que estaba sin armar y a la que le arreglamos los frenos. Así que la hora de salida comenzó a retrasarse, hasta que por fin, a las 11 am, el grupo estaba completo y listo para pedalear.

El recorrido fue bastante bueno. Coincido con un anuncio que alguna vez vi en una revista de bicis donde decía algo como "lo único bueno que nos han dejado los autos, son las carreteras por las que rodamos". Dejar la zona urbana atrás en cada pedal que das te regala una sensación de libertad plena.

La recompensa también es parte del ritual. Y en cada rodada puede ser distinto este elemento. A veces la recompensa llega al final, o justo a la mitad del recorrido en lo más alto de una subida. Pero en otras ocasiones la recompensa llega desde el primer pedalazo y continúa hasta... un día después.

Cuando llegamos a una de las cimas de la carretera, se asomaron tres cruces enormes que anuncian la entrada de un panteón. Ahí hicimos un ritual dentro del otro. Esparcimos las cenizas de la abuela de nuestro amigo y algunas flores. Fue un momento emotivo que seguramente recordaremos en el futuro.

Camino de vuelta hicimos una parada en un mirador donde vendían pulque, cerveza y garnachas. No íbamos para nada en plan de entrenamiento, así que cada uno se pidió lo que más se le antojó. Luego, el descenso sintiéndonos reyes de la carretera, a más de 50 km/h con el viento en el rostro. Otra gran recompensa.

De regreso al punto de partida, comentamos todo el recorrido. Es algo inherente a los ciclistas. Puede ser que el recorrido haya sido sólo de unos cuantos kilómetros, pero en la plática, seguro cada uno del grupo tendrá su propia versión de los hechos y así es como el paseo se prolonga, comentando cada detalle como si se hubiera tratado de un viaje muy extenso.

Esta vez, el recuento de la rodada se unión con una comida, con un pan de muerto y con una buena tarde que a su vez se convirtió en una buena fiesta, pero eso, son asuntos de otro ritual que terminó al día siguiente. Lo que sí es un hecho, es que sea a la edad que sea, el ritual de salir a rodar en grupo, siempre tendrá un factor sorpresa que te dejará con una satisfacción que te invitará a repetirlo uno y otra vez.